viernes, 22 de agosto de 2014

El crecimiento económico en México

En días pasados, el Gobernador del Banco de México, acompañado por los cinco subgobernadores, presentó el “Informe Trimestral, abril – junio 2014”, en cumplimiento al artículo 51, fracción II, de la Ley del Banco de México. Este documento contiene una descripción y análisis sobre el entorno macroeconómico que enfrenta el país, con énfasis en la variabilidad de precios, para conocer el estado actual y la tendencia de la inflación.

En el apartado “Previsiones para la Inflación y Balance de Riesgos” del documento referido, destaca el ajuste hacia abajo en el crecimiento económico de México para este 2014. En el “Informe Trimestral, enero – marzo 2014” –previo-, se estimó que el intervalo para la tasa de variación del PIB estaría entre el 2.3 y el 3.3 por ciento, y en la publicación más reciente, se estableció en el rango de 2.0 al 2.8 por ciento. Se argumenta que una de las razones que motivó la reconsideración a la baja fue la diferencia que resultó entre el dato de crecimiento que reportó el INEGI (0.28 por ciento para los tres primeros meses de este año en relación con el periodo octubre – diciembre de 2013), y la cifra que esperaba el banco central (0.6 por ciento). Otra explicación fue la limitada recuperación que tuvieron los componentes de la demanda interna; es decir, los gastos que llevaron a cabo los agentes económicos agrupados en categorías como “consumo”, “inversión” y “sector gubernamental” no fueron lo suficientemente altos como lo esperaban los analistas del Banco de México (Banxico).

Ese ajuste o caída se le asigna un calificativo no positivo para la vida económica del país, y punto de partida para el debate. Además, se acumula a la histórica discusión sobre el tema: ¿por qué México no puede crecer económicamente a los niveles de otros países?, ¿qué se necesita hacer?

Hay múltiples recetas, recomendaciones o estrategias para responder a las dos interrogantes establecidas. Los episodios que se han vivido en el país representan la prueba de la constancia por impulsar el crecimiento económico. Teniéndose, ejemplificando, el modelo de sustitución de importaciones que comenzó su aplicación durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho; después siguió el modelo de desarrollo estabilizador (1958 – 1970); posteriormente, se cambió hacia el modelo de desarrollo compartido (1970 – 1976); prosiguiéndose con el modelo de desarrollo acelerado (sexenio de López Portillo), y en la mitad de la década de los ochentas del Siglo XX, se inició con el modelo neoliberal.

La lista anterior manifiesta que se vivió y experimentó con varios modelos económicos. El más exitoso fue el modelo de desarrollo estabilizador que logró alcanzar resultados importantes, caracterizándose por una etapa exitosa y de añoranza denominada el “milagro mexicano”, los registros dan constancia de tasas de crecimiento en el PIB del orden del 6 por ciento. Sin embargo, se tuvo que cambiar la estrategia para enfrentar varios problemas que se acumularon para los primeros años de la década de los setentas; entre éstos: el financiamiento de la deuda externa (la situación se agudizó durante los ochentas, y era común escuchar de la vox populi la frase graciosa de la deuda “eterna”) por parte del sector público, el déficit en la balanza de pagos, y la no atención a la demanda de que –efectivamente- se creció pero que no se reflejó en una mejora en el nivel de vida de los mexicanos; las complicaciones “explotaron” y se manifestaron con la aparición de la primera crisis económica durante 1976, repitiéndose esta misma situación cada seis años hasta 1994.

Así que, a mediados de la década de los ochenta, se estableció y fomentó un cambio en el modelo económico del país bajo los ideales del neoliberalismo; surgiendo reformas sustanciales como: la apertura comercial (la adhesión de México al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, GATT, en 1986, y la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte que entró en vigor en 1994); la autonomía para Banxico; la venta, fusión o liquidación de empresas a cargo del gobierno; renegociación de la deuda externa; reprivatización del sistema bancario, y se trabajó para evitar las fluctuaciones económicas.  

A casi treinta años de la puesta en marcha del modelo neoliberal, se sigue con el esfuerzo por diversificar las relaciones comerciales de México y se mantiene la firme convicción por mantener la estabilidad económica. Esto significa, lograr los niveles adecuados en la tasa de inflación, tasa de interés, riesgo-país, presupuesto público, tipo de cambio (dólar-peso), reservas internacionales, saldo en la balanza comercial, deuda pública, y para finalizar con el listado, hay que agregar el blindaje económico con el que se cuenta (línea de crédito concedida por el Fondo Monetario Internacional). Lo anterior ayudará para que los inversionistas (residentes y no residentes en México) se animen a emprender proyectos, teniendo como base la seguridad y la certidumbre que necesitan para la recuperación de sus recursos, y la obtención de ganancias.

Adicionalmente, hoy en día, se está presenciando la promoción y puesta en marcha de las llamadas reformas estructurales (laboral; educativa; energética; telecomunicaciones y competencia). En el tintero, la agropecuaria. Se reconoce que la más importante es la tercera. Se considera que la actual administración federal emprendió una iniciativa de alto impacto, que va a trascender en la historia porque traerá consigo un cambio en la inercia económica, y significa el éxito más importante que podrá concretar el titular del Poder Ejecutivo en lo que resta de su sexenio. Esta acción se compara al episodio que se vivió hace veinte años con la entrada en vigor del acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (por cierto, también faltan pocos meses para el vigésimo aniversario del “error de diciembre”).

Se está pensando que la reforma energética vendrá a ser el motor de la locomotora que impulsará a los vagones. Llegarán inversiones, y con ello, la generación de oportunidades laborales que combatirá el desempleo, la subocupación y la informalidad en el país. Se pronostica un efecto multiplicador o en cascada hacia el resto de los sectores productivos. Sí es así, habrá que esperar y ser pacientes para que los efectos “macro” impacten sobre los “micro”.


La situación económica actual del país no es una casualidad, sino que es el acumulado de lo que se ha hecho o se ha dejado de realizar. Se reconoce un rezago histórico, no obstante, se ha mejorado la vida de los residentes en México. Se tiene más infraestructura en comparación con el pasado, pero se discute que se podría estar mejor, y hay voces que afirman que este segundo bloque de reformas tendrá –necesariamente- que complementarse con otras iniciativas.